Ayer por la mañana salí a correr, al igual que hago todos los días que mi tiempo me lo permite. Suelo correr unos diez kilómetros, pero hoy en particular decidí ponerme una meta un poco más ambiciosa.
Marqué como punto de llegada los quince kilómetros y empecé el ritmo poco a poco, como siempre.
No sé porqué, pero algo no iba bien, ya que cuando todavía iba por el kilómetro ocho aproximadamente, mi cuerpo empezó a sentirse bastante más cansado de lo habitual.
Nunca solía tener problemas en terminar los diez, pero ese día no sé por qué motivo...algo era distinto.
Llegué al punto 9,5 y decidí tirar la toalla, cansado y totalmente desanimado, a la vez que confundido de porqué no pude acabar lo que para mí iba siendo una rutina de fácil de alcanzar.
Empecé mi ritmo normal y todo iba bien. Estaba temeroso de cuando llegara de nuevo al punto 8 o 9 de cómo me sentiría y si me pasaría igual que ayer.
Pero cual fue mi sorpresa cuando llegué a mis amados diez km. y no noté nada fuera de lo normal. Todo iba como siempre, y en vez de parar, decidí seguir un poco más, para comprobar hasta donde podía llegar.
Con un poco de esfuerzo, conseguí alcanzar los 13 km. y contento conmigo mismo porque sabía que podría haber llegado a más.
Pero mi pregunta fue: "¿Influyó en algo que mi mente estuviera marcando un objetivo distinto al rutinario para que no lo consiguiera?" "¿Por qué cuando no me puse ninguna meta más ambiciosa, pude llegar a más?"
Simple....ya que cuando uno empieza a correr, su intención es terminar una carrera y llegar a una meta, es decir, un principio y un final.
En el momento en que empiezas la carrera con una meta que puede hacerte nacer dudas, hace que todo el equilibrio que solías llevar se altere y como consecuencia, lleves un ritmo que puede no estar acorde con lo que tu cuerpo suele experimentar.
Cuando puse en mi mente los 15 km. estaba marcando inconscientemente un punto de llegada al cual tenía que llegar, y eso hizo que de forma inconsciente mi mente me fuera debilitando poco a poco sin que yo me diera cuenta, diciéndole a mi cuerpo que esa meta podría no conseguirse.
Mi cuerpo no solo experimentó el cansancio de la carrera en sí, sino también la falta de armonía y el peso de las dudas en mi mente, con lo que tuve que abandonar antes de lo normal.
Cuando no me planté ninguna meta en particular, eliminé de mi mente dudas y elementos que me hicieran tener inseguridad de si conseguiría hacer lo mismo que hago siempre, con lo que mi cuerpo volvió a entrar en armonía y con ello llegó a cumplir su rutina con un amplio margen que le permitió avanzar más.
En la vida sucede lo mismo; es una especie de carrera en la que por supuesto que tienes que tener metas y objetivos a cumplir, pero siempre tiene que existir una armonía interna entre aquello que haces y lo que eres capaz de hacer.
Si sobrepasas el límite de esa armonía, puede que inconscientemente tu cuerpo, tu mente y todo de tí, caiga por el mero hecho de querer alcanzar algo de una vez y de forma precipitada sin dar los pasos oportunos.
No quiero decirte con esto que no tengas metas a las cuales deseas llegar, pero sí que veas tu vida como una especie de carrera de fondo, en la que primero debes ir terminando ciertas etapas para que tu cuerpo poco a poco reciba sus premios y beneficios y así su fuerza para seguir adelante y no ser superado por los problemas.
Si por el contrario quieres alcanzar tu objetivo de golpe y sobretodo si es una lucha a desgaste y esfuerzo, como es la vida misma, ten por seguro que te será mucho más difícil y tendrás que luchar mucho más para que tu cuerpo y tu mente no te abandonen ante la presión y la constancia.
Espero que te haya servido este ejemplo personal de mis dos días de experiencia y que entiendas el porqué lo he aplicado a la vida real y a la consecución de tus propósitos y objetivos y así alcanzar tu éxito y felicidad.
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