RELACIONES DE PAREJA

ADICCIONES

MEDITACION

.................................................................................................

Featured Posts

Featured Posts

ULTIMOS ARTICULOS

7 de enero de 2017

¿Qué ocurre en tu mente cuando vives una experiencia cercana a la muerte?

Hay personas que dicen haber vivido una experiencia cercana a la muerte. 

Una experiencia en la que han sentido que su vida acabaría en ese mismo instante.

Momentos críticos en los que suceden un cúmulo de sensaciones desconocidas que te hacen sentir cosas que nunca antes habías sentido y que sin lugar a dudas, pueden llegar a cambiarte la vida, si eres lo suficientemente inteligente como para entenderlas.



Estas personas, una vez superan ese momento, dicen haber cambiado radicalmente su estilo de vida y pensamientos.

¿Por qué? ¿Qué es lo que hace que todo pueda cambiar en un abrir y cerrar de ojos?

En este artículo vamos a hablar sobre cómo el vivir algún tipo de situación crítica en la que peligra tu vida, puede hacer que ésta cambie radicalmente y porqué.


Mi propia experiencia


Bueno, qué mejor ejemplo que el mío propio.

No es bueno que hablemos de algo sin haberlo representado en nuestra propia vida, ¿verdad?.

Pues si me conoces bien, sabrás que yo pasé por un momento en el que mi vida quedó colgada de un hilo muy delgado.

Con veintipocos años, me acosté una noche en mi cama como hacía todas las noches, después de haber tenido un duro día de trabajo (como era mi rutina).

Pero esa noche era especial, porque no me levanté en mi cama, sino en la cama de un hospital, atado de pies y manos, totalmente fuera de control, con convulsiones y con ocho personas entre médicos y enfermeros tratando de controlarme.

Sufrí un ataque epiléptico severo que casi acaba conmigo.

Yo padecí epilepsia parcial compleja desde que tenía 15 años y era consciente de mi problema, pero lo que no sabía era cuánto estaba empeorando mi enfermedad debido a la mala vida que llevaba.

Tenía un trabajo en el que el estrés era increíble. Apenas tenía tiempo para mi familia. Sólo pensaba en alcanzar los objetivos que mi empresa me pedía.

Los fines de semana apenas podía descansar debido a la cantidad de trabajo que me llevaba a casa.

No tenía tiempo para pensar en mí, en mi salud, en lo que quería hacer. Eso no era importante en aquellos momentos.

Y eso me trajo consecuencias. Un super ataque epiléptico que me dejó fuera de juego.

Al tercer día, cuando ya estaba más o menos consciente de mis propios actos, el médico me dijo que había tenido mucha suerte de salir bien de ese ataque, puesto que podía haberme quedado en el sitio de lo fuerte que había sido.

Recuerdo lo mal que me sentí cuando mi madre entró en la habitación a verme y pude ver que tenía la mano vendada. No quiso decirme qué le había pasado. Luego pude comprobar que había sido yo el que le hice daño sin querer, cuando ella trataba de sujetarme en el momento en el que estaba con esas convulsiones tan peligrosas.

Pero hubo un momento en esos días en los que estuve en el hospital, en el que pasó algo que supuso el punto de inflexión en mi vida.

Pude ver con toda claridad todo lo que había hecho con mi vida y cómo la estaba malgastando, para luego acabar en un hospital con infinidad de remordimientos por no vivir la vida que yo siempre quise.

Me preguntaba a mí mismo una y otra vez: "¿Qué habría pasado si hubiera fallecido ese día?".

Probablemente el mundo en el que vivo apenas se habría percatado de mi muerte.

La sociedad y mi entorno, habrían seguido adelante sin mi y se habrían buscado a otro que hiciera mi trabajo y supliera mis servicios y capacidades.

Entonces, ¿de qué sirvió la vida que había llevado hasta ahora?.

Prácticamente de nada.

¿Era realmente feliz o creía serlo?.

Vi pasar a modo de película todo lo bueno y lo malo que había hecho con mi vida.

Los momentos que me gustaban y que volvería a repetir (más bien pocos), y aquellos errores que había cometido (muchos) y que sin lugar a duda no repetiría nunca más.

De un día a otro, tuve claridad mental y supe lo que debía hacer.

¿Merece la pena vivir una vida que no es la que realmente quiero tener?

Absolutamente no.




Ese momento tan delicado en el hospital, me ayudó a ordenar mis pensamientos, a tener tiempo para mí y para saber cómo era mi vida.

Por primera vez, supe qué quería y qué no quería.

¿Por qué?

Porque pude comprobar por mí mismo lo valiosa que es la vida que estamos viviendo y lo importante que es no malgastarla en cosas vanas que en realidad no nos aportan nada.

Había varias cosas que saqué totalmente en claro y que formaron los pilares de lo que hoy es mi estilo de vida actual:


  • Tenía que tener valor para llevar una vida enfocado en cumplir mis sueños. Mis verdaderos sueños y no los de los demás.
  • Trabajar duro y sacrificar tu tiempo en pos del beneficio de otro, no es tan buena idea como muchos creen.
  • Las emociones lo son todo. Tenía que aprender el valor que supone expresar las emociones positivas y controlar las negativas, porque de ellas depende tu vida. Agradar a todo el mundo es imposible y supone un desgaste descomunal.
  • No importaban lo que piensen los demás sobre mí. Lo verdaderamente importante es lo que yo pienso de mí mismo. En vez de agradar a otros, tenía que enfocarme en agradarme a mí propio ser.
  • Ser feliz es posible. Tenía que dejar de pensar en cómo ser más feliz mejorando cosas de mi entorno y debía encontrar la manera de ser más feliz conmigo mismo. Esa felicidad interna cambiaría automáticamente todo lo que me rodea. Y así fue.

Por cierto, a día de hoy y desde hace ya varios años, la epilepsia desapareció totalmente de mi vida, a pesar de lo que los médicos me decían de que era algo que normalmente no se curaba. 

Otro día contaré cómo pude controlar mi problema, sin necesidad de más medicamentos ni cosas artificiales.

¿Por qué cambiamos cuando tenemos miedo a perder la vida?



Es como si no fuésemos conscientes de aquello que sentimos, de lo que hacemos, de lo que vivimos, de lo que nos rodea.

Llegamos a obviar el 95% de todo lo que nos ocurre en nuestro día a día.

¿Acaso te maravillas cuando te subes a tu auto todas las mañanas para ir al trabajo?

Pues deberías agradecer el que puedas hacerlo.

¿Por qué no lo haces?

Porque lo obvias y actúas de forma casi automática.

¿Cuándo te podrás maravillar de subirte un día a tu auto para ir a tu trabajo?

Cuando sufras un accidente grave en el que el médico te diga que puedes quedarte paralítico y no volver a andar nunca más.

Si el médico se equivoca y llegas a superar ese fatídico momento, la próxima vez que te subas a tu auto para ir a trabajar, amarás cada paso que das, cada minuto que conduces y cada instante que pasa de tu casa al trabajo.

¿Por qué?

Porque tu mente despierta de repente ante las situaciones como esa y rompe el piloto automático que llevamos activado.

Es como si volvieras a reconectar con tu mundo y a apreciar cosas que antes no lo podías hacer.

Es por ello que saber cambiar nuestro programa mental para cambiar de vida, es vital y tiene tanta importancia.

Pero la gente, por desgracia, tiene que llegar a momentos extremos para que puedan apreciar ciertas acciones que viven en su día a día.

¿Sabes cuándo apreciarás el poder comer todos los días un plato caliente de comida?

Cuando estés en medio del desierto y te pases varios días sin probar bocado.

¿Sabes cuándo apreciarás el poder caminar?

Cuando te rompas un pie o sufras un accidente que te mantenga sentado durante varios meses sin poder moverte.

¿Y sabes cuándo empiezas a apreciar tu vida?

Cuando sufres alguna acción que la pone en peligro y realmente ves ante tí que ya no vivirás más para contarlo.

Curioso, ¿verdad?.

¿Y por qué no recrear todo esto en nuestra mente sin la necesidad de vivir esa experiencia cercana a la muerte?


Eso sería genial.

Que pudieras ver pasar delante de tí a modo película, toda tu vida.

Ver cómo te comportas, lo que haces bien, lo que haces mal, lo que sientes y lo que realmente te gustaría sentir.

En esos momentos es cuando tu mente empieza a pedirte cosas que puede que no hayas hecho y que te gustaría hacer.

Es como si tu cerebro despertara del letargo y empezara a reclamarte el porqué no has hecho esto o aquello.

¿Y qué puedes hacer tú?

Hacer lo que te pide.

¿Por qué?

Porque es tu mente la que te estará guiando hacia el camino que realmente te gustaría seguir.

Sería como una aparición que te dice: "Antonio, no sigas por ese camino, porque en realidad lo que te gustaría hacer es esto".

Pero claro, tu cuerpo empezará a mandarte señales de alarma, ya que esos pensamientos de vivir la vida que realmente te gustaría, chocan con la vida que estás llevando ahora.

Y eso asusta a tu cuerpo, el cuál transmite ese miedo a tu mente, la cuál actúa en consecuencia y te hace dudar.

Y ante esa duda, te echas atrás y vuelves a la esclavitud de la que vienes.

Ahora bien, cuando temes perder tu vida, ya no hay nada que te ate, es decir, no se produce ningún miedo ya que tu mente lo asocia como si no hubiera un mañana.

Ya no podrás volver la rutina de siempre, porque ella no existe si pierdes tu vida.

Eso deja a tu mente totalmente limpia de influencias materiales para que te haga ver y sentir cómo sería la vida de tus sueños.

¿Porqué no aprendemos a mantener nuestra mente limpia sin la necesidad de poner en peligro nuestra vida?

¿Acaso creías que eso era imposible?

Pues déjame que te diga que es totalmente real.

Puedes reordenar tus pensamientos, tus emociones y tu mente en general, para hacerla con un programa mental totalmente distinto.

Un programa mental que produzca emociones deseadas y que plasme todo ello en una realidad acorde a lo que tú quieres.

Puedes cambiar tu vida si así te lo propones, sin la necesidad de vivir ninguna experiencia cercana a la muerte.

Pero para que todo esto sea posible, hay un requisito fundamental, y es el que tú así realmente lo quieras.

¿Quieres cambiar tu vida y reordenar tu mente, tus pensamientos y tus emociones para que creen una realidad conforme a tus sueños?


Suena bien, ¿verdad?

Pues si lo pones en práctica, te sonará mucho mejor.

No hay comentarios:
Deja tus Opiniones