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31 de agosto de 2016

Porque tu mente puede ser tu mayor obstáculo. Aprende la importancia de ignorar sus mensajes.

Creemos que controlamos nuestra mente y nuestros pensamientos, pero eso es todo un error en la mayoría de los casos.

De hecho, cuando hablamos de Inteligencia Emocional, normalmente nos enfocamos en una situación de control emocional cuando estamos tranquilos, en actitud meditativa, en descanso, o simplemente cuando no tenemos ningún tipo de problema encima que tengamos que solucionar.


Pero...¿qué ocurre cuando es tu mente la que empieza a mandarte mensajes, pensamientos y emociones en situaciones de tensión, de estrés, de agobio, de cansancio, o momentos críticos?

Pues que no es tan fácil controlar nuestra mente y es entonces cuando nos damos cuenta de la gran influencia que puede ejercer sobre nosotros y cómo en la gran mayoría de los casos acabamos sucumbiendo ante ella, aunque creamos que no es así.

Y para entender esto mejor, vamos a poner un ejemplo....mi propio ejemplo.


Kilómetro 4


Siempre me ha gustado correr. De hecho lo hago prácticamente todos los días.

Normalmente estaba acostumbrado a hacer carreras de 8 kilómetros, pero después ya de bastante tiempo, decidí ver hasta dónde era capaz de llegar intentando hacer una carrera algo más larga.

Empiezo a mi ritmo y llego sin problemas al Kilómetro 4, en el que normalmente mi cuerpo empieza a adaptarse a la carrera y a ignorar el "cansancio" de los primeros kilómetros.

Mi mente hasta ese momento está callada y no hace acto de presencia, puesto que mi cuerpo está acostumbrado a cubrir perfectamente ese tramo sin que suponga ninguna carga.

Todo normal y todo controlado.


Kilómetro 6


Es en este punto donde empiezan a entrarme dolores en el abdomen.

Cosas de aprender a respirar bien ( que algunas veces se obvian y acaban pasándote factura ).

Es entonces cuando mi mente empieza ya a despertarse y a mandarme mensajitos con cierto ánimo, a fin de darme un poco más de energía para que mi cuerpo trate de terminar la carrera lo antes posible (como siempre).

"Venga, un poco más, que ya queda poco"
"Dos kilómetros más y todo listo, como un campeón".





Hasta aquí todo más o menos bien.



Kilómetro 8



Llego al kilómetro 8 y en vez de parar, sigo corriendo.

Mi mente cambia el tono y pasa a enviarme mensajes de sorpresa:

"¿Qué haces?, si ya has terminado la carrera. No necesitas seguir, has cumplido por hoy."

Y decido ignorarla por completo y seguir corriendo.


Kilómetro 9

Mensajes que me sigue mandando mi mente, esta vez con un poco más de ironía:

"Venga ya, chaval, has corrido un kilómetro más. Puedes sentirte orgulloso de tí mismo. Mañana lo harás mejor, pero por ahora para ya que es suficiente".

Y sin embargo, sigo corriendo.


Kilómetro 10


El diálogo con mi mente se vuelve un poco más tenso:

"¿Acaso eres tonto o qué?. ¿No sabes que no es bueno forzar tanto tu cuerpo? ¿Qué pretendes demostrar? ¿No ves que nadie sabrá lo que estás sufriendo?"

Y yo, a pesar de todo, sigo corriendo.


Kilómetro 12


Mi mente empieza a mandar no sólo mensajes, sino que lo materializa con síntomas en mi cuerpo:

"¿No ves que te está doliendo el pecho? Estás ya demasiado cansado, no podrás seguir adelante. ¿Te has visto cómo corres, pareces un zombi que ni puede levantar ya las piernas de tanto cansancio que llevas encima. ¡¡Párate ya!!, tu cuerpo está demasiado cansado, ya te estás pasando."


Pero nublo mi mente e ignoro nuevamente sus mensajes. Tan sólo me limito a correr y a dar una zancada tras otra más.


Kilómetro 14


Es ahora cuando tu mente empieza a mandarte mensajes de pena y lástima:

"Venga por favor. Tu cuerpo está ya reventado. Necesita descansar, necesita una buena ducha, beber un refresco, comer algo, tenderte en la cama y dormir."
"¡¡Por favor, para!!....¡¡No puedo seguir así!!...¡¡Voy a morirme si sigues corriendo!!...¡¡Te va a entrar un ataque al corazón y te quedarás ahí tirado!!....¡¡Por favor, no quiero que acabes así....para, para..."

Es el momento más difícil, pero sin embargo me decido a seguir corriendo.

Me entran ganas de llorar, de tirar la toalla por todo lo que mi mente me está diciendo y viendo que tiene razón.

Pero sin embargo sigo corriendo, aunque llore, aunque me duela, aunque crea que ya no puedo más.


Y entonces aparece el milagro


Superado ya el kilómetro 16, mi mente se calla y no me manda ningún mensaje más.

Es entonces cuando empiezo a sentir cierto alivio en la carrera.

Todo se vuelve más liviano, más ligero.

Me siento menos cansado, menos agobiado, con más ganas de seguir adelante.

Mi cuerpo me responde mejor; parece que no lleve tanto recorrido.

De repente, y sobre el kilómetro 20, mi mente vuelve a despertarse y empieza nuevamente a mandarme pequeños mensajes de pena y lástima.

Pero esta vez más cortos y menos potentes.

"Venga...tú ganas. Me has vencido. Me rindo. Para ya la carrera y vámonos a casa a descansar. Acepto que eres todo un campeón."

Y como ya estoy acostumbrado y me siento mejor, ignoro nuevamente su mensaje y sigo corriendo.

Desde el kilómetro 16 hasta el kilómetro 25 que decidí terminar la carrera, mi mente siguió mandándome mensajes de lástima y pena, pero esta vez de forma esporádica y de vez en cuando.

Con poca potencia y sin que apenas influyeran demasiado en mí.

Sabía que seguiría haciéndolo hasta el final, porque esa era su misión.

Pero comprendí y vi perfectamente cómo su ego y su influencia sobre mi cuerpo, fue bajando desde los primeros mensajes que me mandaba al principio de la carrera.


Tu mente tratará en determinados momentos de engañarte y persuadirte para que te limites a sobrevivir.

Entiéndela, ese es su trabajo y su función (por lo menos una parte de ella).



Ella está adaptada a una especie de zona de confort y cuando sales de ella, se siente incómoda, con lo que te manda mensajes para que vuelvas a la zona en la que ella se desenvuelve mejor.

Pero si sigues en esa zona, nunca podrás progresar. Nunca podrás crecer, desarrollarte, ampliar, conseguir metas y objetivos que son ahora inalcanzables para tí.

Y no porque no estés capacitado para ello, sino porque tu mente hará todo lo posible para hacerte volver a tu zona de seguridad en la que ella está a gusto.

Si no sabes engañar a tu mente, simplemente ignora ese tipo de mensajes que trata de hacerte ver.

En el momento en el que eres así de duro con ella, empiezas a darte cuenta de tus verdaderas capacidades y de que los impedimentos y obstáculos, son en realidad fruto de tu propia mente.

Trata siempre de encontrar ese lugar en tu interior en el que no exista la pena ni la lástima sobre tí.

Ese lugar en el que tu mente no pueda acceder con sus mensajes influyentes y en el que cualquier cosa que hagas, estará libre de condicionamientos de ningún tipo.

Aplica esto en todos los aspectos de tu vida. En tu trabajo, en tus relaciones personales, de pareja, en tu tiempo de ocio, en tus deportes, en tus momentos de tranquilidad.

Medita y encuentra ese sitio en tu interior en el que tu mente no puede acceder ni controlar.

Potencia al máximo ese sitio y básate en él para que te ayude en tus propósitos.

Una vez controlas ese pequeño espacio, podrás conseguir todo lo que te propongas.

2 comentarios:
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  1. Interesante lo que puede hacer mi mente...mas como no escucharla?

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    Respuestas
    1. Muy interesante Salvador, te lo aseguro.

      Un saludo y gracias por comentar.

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